domingo, 4 de enero de 2015

Dos extraños


¿Recuerdas el día que me viste por primera vez? No sé qué pensaste. Pero me sonreíste. Y tu sonrisa era perfecta. Yo no sabía quién eras pero al verte, por un momento sentí que contenía la respiración. Había mucho viento ese quince de abril, y tu cabello negro se movía lentamente. A veces te cubría parte del rostro, por más que te esforzaras en apartarlo. Pero la razón por la cual no pude dejar de verte no era esa. Eran esos preciosos ojos color café.

Tal vez no es el color de ojos que la gente menciona primero cuando habla de su color de ojos favorito. Tampoco era el mío. Pero esos impresionantes ojos cafés eran tan brillantes. Tan inocentes. Tan llenos de alegría. No sé si el amor a primera vista exista. No sé si para el momento en que me acerqué a ti ya estaba enamorado. Pero para ser honesto, recuerdo con exactitud mis atropelladas palabras invitándote a tomar un café. ¿Y cómo olvidar tu reacción? No me miraste a la cara ni por un instante y tus mejillas se tiñeron de color. Esbozaste una torpe disculpa. “Lo siento… yo… no puedo. Estaré ocupada hoy. Debo comprar un abrigo para el invierno.”. En el mismo instante en que terminaste de decirlo, tus mejillas se tornaron más rojas aún. La primavera estaba recién entrada y probablemente fue eso lo que pensaste.

Yo te sonreí levantando una ceja y no pudiste menos que reír. ¿Qué pensaste entonces? ¿”Tal vez no es tan mala idea salir con este extraño”? No lo sé. Nunca me dijiste qué fue lo que te motivó a ser tan sincera. “En realidad no debo comprar ningún estúpido abrigo. Sólo tengo miedo de salir contigo”.


Los extraños normalmente no se miran a los ojos. Tu y yo fuimos diferentes desde el mismo momento en que me dijiste esas palabras. Creo que, si no te amaba desde antes, te amé desde el momento en que finalmente tus ojos se cruzaron con los míos. Ahí supe que no había vuelta atrás.

_____________________________________________
¿Qué hay que decir? Un texto más empalagoso de lo que yo misma puedo tolerar, que no tiene razón de ser. No me acabo de enamorar de un extraño que conocí en la calle, en caso de que algún paranoico se lo esté preguntando. Simplemente es producto de mi obsesión por escuchar cosas empalagosas y escribir sin pensar. ¡Buenas noches!

No hay comentarios: