Lágrimas.
Transparentes, saladas, delicadas y dolorosas. Para algunos significan alegría, para otros nostalgia, melancolía, soledad… a veces ira, impotencia, o simplemente tristeza.
Y para mí, en este momento de mi vida, ya no significan nada.
Porque he llorado tanto, que ya olvidé por qué lo estaba haciendo. Los ojos rojos e hinchados me hacen daño, me arden y me hacen querer dormir muchas horas seguidas. He llorado tanto que casi puedo sentir los pedacitos de mi alma moverse por mi cuerpo cuando me muevo. Y es que he llorado tanto, que ya nada tiene sentido. Que ahora no siento dolor, miedo, ansiedad, frustración… sólo siento cómo los minutos de mi día pasan perezosamente ante mis ojos sin que pueda hacer mucho por interesarme.
Pero no me arrepiento de haber aceptado la decisión, en tanto esa persona esté bien, tranquila y segura. Así tenga que volver a sentir en algún momento y entonces me asalten de nuevo el dolor y el desamparo que me han abandonado por un rato. Nada de eso importa porque yo decidí afrontar esto. Y porque sé que hay alguien ahí dispuesto a escucharme cuando el pánico a seguir viviendo en esta situación me asalte. Alguien con quien contar.
¡Hola! Una vez más yo. Escribí esto rápidamente, porque me siento identificada, y esta vez va dedicado con cariño a una personita a quien quería decirle que puede confiar en mi. Un beso para quien lea esto ;)

1 comentario:
me ha gustado mucho, saludos
Publicar un comentario