De mí... para mí.
A veces las cosas simplemente se las arreglan para complicarse. Es como ir un día caminando por la calle, y que de repente un montón de cosas te sucedan, te hagan estrellarte de cabeza contra el suelo, y te saquen de tu ignorancia. Te hagan ver lo que hay a tu alrededor. Te hagan tomar aire profundamente, apretar los ojos y decir “ok, tengo que poder con esto”. Pero no todo es tan sencillo. No hay una llave que, con sólo desearlo, te abra todas las puertas. O te permita dar regresar al pasado. Las cosas tienen una razón… pero generalmente eres tú, y otras personas quienes la dan. ¿Y qué pasa cuando te enteras de que es tu culpa? O cuando, por el contrario, lo que ocurre no depende de ti y debes quedarte del otro lado mirando, con el corazón en una mano, cómo son las personas que te importan las que se ven implicadas.
Nadie dijo que la vida era fácil. Puedes durar horas y horas girando alrededor del mismo tema. Días, meses, años y décadas. Nunca tendrá conclusiones definidas. Del mismo modo, nunca encontrarás soluciones para algunas cosas. O al menos, no del modo que tú esperas. Y hay que aprender a vivir con eso. ¿Qué pasa cuando te das cuenta que las personas que hicieron parte de tu vida pueden estar mejor sin ti? Aprende a vivir con ello, con el consuelo de que esas personas estarán bien. Y seguramente podrás estarlo, algún día. Porque las personas vienen y se van, pero dejan una huella en tu corazón. Y si esa huella es lo único que puedes conservar de ellas, aprende a sacar lo mejor de los recuerdos, y resígnate. Hay alguien más que seguramente necesita de ti. No importa si es alguien cercano, o tú mismo. Abre los ojos, mira a tu alrededor y prepárate para un día más en este mundo enloquecido y extraño. En el mundo del cual haces parte.
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