domingo, 18 de julio de 2010

Tu sais quoi?

Cuando te conocí, pensaba desesperadamente en una manera de alejarte, de evitar que hicieras más daño. Por momentos casi llegaba a odiarte, y en otros simplemente me causabas un pánico escurridizo, que ocultaba lo mejor que podía detrás, irónicamente, de una mirada fija. Una cosa era cierta entonces: eras una absoluta molestia, y más allá de eso, un grave problema. Entonces, ¿por qué? ¿Cuándo las cosas cambiaron tan drásticamente? Más allá de eso, ¿cómo las conversaciones que antes eran casi por obligación, llegaron a sacarme sonrisas de verdad? Te las arreglaste para hacer eso y mucho más. Antes de que me diera cuenta, estaba confiando en ti, y te habías vuelto importante.

Uno creería que, en una situación como la que estábamos ambos, simplemente acabarías haciéndome daño. ¿Quién iba a creer que cumplías tu palabra? Nuestra relación estuvo marcada al principio por mi desconfianza, y eso es algo que probablemente tendría que haberse mantenido todo el tiempo. Pero lograste quebrantarla poco a poco, con una acción tras otra. Hiciste mucho por mí, a tu manera. Me enseñaste muchas cosas, generalmente a partir de palabras ásperas y cargadas de la impaciencia que no lograbas contener después de explicarme lo mismo varias veces, tan claramente como podías. Pero al final, al ver que entendía, me mirabas satisfecho, y me confundías más. ¿Por qué me ayudabas, si tu propósito era diametralmente opuesto?

Me apoyaste y soportaste mis lágrimas inconsolables pacientemente, dándome las palabras de consuelo que, teniendo en cuenta las circunstancias, eran realmente significativas. Actuaste como si realmente te preocuparas por mí, como si de verdad fuera importante para ti lo que estaba pasando, eso fue lo que me hiciste sentir pese a que el hecho en sí no tuviera sentido alguno. Desde entonces tuve algo más que agradecerte, pero en esta ocasión, no estaba relacionado con nadie más. Se trataba directamente de algo que habías hecho por mí.

Muchas cosas pasaron en el trascurso de esos meses, pero en mi interior, de cierta manera crecía una satisfacción cada vez que notaba que me confiabas una que otra cosa, no sé, simplemente se sentía bien. Pasábamos horas enteras hablando acerca de lo que querías que yo aprendiera, o sobre tu vida. Realmente me sumergía en esas historias, y te preguntaba cosas, o leía atentamente, casi transportándome allí contigo, y viendo cosas muy ajenas a lo que yo conocía. El tiempo contigo pasaba volando, y tu capacidad para hacerme reír iba en aumento, e incluso yo lograba hacerte reír a veces; me gustaba ver eso. Cobraste una importancia tan grande, que estuviste a mi lado en el que probablemente fue el peor día. Estuviste dispuesto a hacer algo extremo, no sólo por mí, por ambas. Y estuviste allí cuando todo terminó, y no quedó más sino mi mirada desorientada y cargada del terror que se había acumulado en unos pocos minutos. Había enfrentado la posibilidad de perder demasiado, pero tú estuviste ahí para tranquilizarme pacientemente.

Por la forma en que se relacionaron nuestras vidas, cualquiera que supiera quiénes somos ambos, habría encontrado imposible comprender la razón del vínculo que empezamos a tener, es algo que supera la lógica, pero para nosotros estuvo bastante claro desde que empezó a consolidarse... quizás más para alguno de los dos que para el otro, según el momento. Me ayudaste mucho, de miles de maneras. Aún cuando tuvimos nuestras peleas, y me hacías llorar, o yo te lastimaba con mis palabras, no puedes borrar lo que siento, y por tanto, no lograrás que te haga caso y pueda actuar como si tu partida fuera un acontecimiento más. Todo lo que empieza tiene que terminar, claro, pero las circunstancias que rodean este hecho en particular, resultan un poco chocantes. Positivas, entre varias cosas, porque tengo la certeza de que estarás bien, y negativas… porque, para hacer uso de una de las expresiones más trilladas en la historia de la humanidad desde que encontramos cómo expresar nuestros sentimientos, te voy a extrañar. Pero lo más importante que tengo que decirte, no es eso. Es simplemente… gracias. Por las risas, las sonrisas, las historias, las anécdotas, los regaños, los regalos, las palabras, la sinceridad, el apoyo y en especial, las enseñanzas. ¿Sabes qué? El tiempo, y en especial en una memoria como la mía, puede hacer estragos con las palabras y las fechas, pero hay cosas que no pienso olvidar, y una de ellas es todo lo que significas. Ya te dije que odio las despedidas, y también te di las razones, pero sé que es lo mejor y por eso lo acepto. Sólo quería… darte las gracias.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Esos poemas los escribes tu o los copias.

Erika dijo...

Todo lo que escribo aquí es de mi autoría