¿Qué tal?
Hoy no vengo con ningún texto de tinte depresivo, ni nada que se le parezca. Más bien vengo a mostrarles la razón por la cual me identifico tanto con un personaje de uno de mis fanfics. Una de las razones (millones de ellas, diría yo), por las cuales ser adolescente puede ser un problema, y por demás, uno bien fastidioso. Con eso de intentar mantener tu atención en una clase, cuando estás encerrado en un salón gran parte de tu día por cinco días consecutivos.
Pugnando por no quedarme dormida en clase de lengua castellana, contuve un bostezo al ver la mirada aguda y ligeramente acusadora que me dirigía la profesora desde su puesto junto al escritorio, mientras parloteaba sin cesar algo sobre el Renacimiento europeo, o tal vez sobre los concursos del día de humanidades, cuya cercanía se hacía poco a poco evidente. Aunque, afortunadamente, no era una de las cosas que más me preocupara en el colegio.
El ambiente asquerosamente caluroso que se filtraba al salón resultaba asfixiante, y quise levantar las persianas para recibir al menos una pizca de aire fresco que me impidiera la muerte cerebral que preveía en mi futuro próximo. Sí, tal vez uno de los síntomas de ella, era exagerar las cosas. O quizás era la adolescencia. Aún así, eran las persianas las que impedían que mi cerebro se derritiera y se convirtiera en una masa pegajosa que me saldría por los oídos. Ok, ahora se me estaban ocurriendo cosas asquerosas. Pero sí que entendía lo del calentamiento global y esas cosas que ponían a la gente a pensar sobre el medio ambiente. Me iba a rostizar.
Además, debo aclarar que resulta difícil pensar mientras escuchas a una profesora asignar tareas y consultas, escribes sobre lo que se te pasa por la cabeza para mantenerte despierta (aferrándote a un cuaderno y esfero cual náufrago a un salvavidas en el proceso), e intentabas sobrevivir al sol.
Tal vez yo sí que necesitaría terapia, pues lo más probable es que estuviera enloqueciendo, con esa manía de escribir sobre mí misma en tiempo pasado, como si no fuera en el mismo momento que una vaga idea se atrevía a asomarse por mi mente, que yo estaba plasmándola en el cuaderno a rayas con mi letra irregular y desordenada.
Me dolía el cerebro, abarrotado de ideas y acontecimientos que rodeaban mis pensamientos y me impredían concentrarme. Y claro, justo se me ocurría ponerme a escribir.
"Oxígeno, oxígeno por favor" gritaba una vocecilla en mi mente "Y tal vez un vaso de agua estaría bien".
Por cierto, era el cumpleaños de Shaoran Li: 13 de julio. Él se había convertido en mi primer amor platónico de anime, y... ¿por qué rayos divagaba acerca de eso justo ahora?
¿Pasa algo si te quedas mucho tiempo escuchando la cátedra de una profesora y exponiéndote al calor al mismo tiempo? ¿No es eso ilegal? Sí, sí, sería peor una clase de cálculo, pero entiendan que ahora no quiero ser madura ni aceptar las cosas así porque sí.
Y, vaya, ahora resultaba que tendría que escribir un cuento para lengua castellana, con una semana para hacerlo.
¿No que querías escribir?
Wao, bien hecho, pequeña Einstein. Ahora duérmete y acaba de completar.
Profesora, ya sonó el timbre... ¿podemos irnos?
Oh, sí, claro. Debemos seguir copiando hasta que note que realmente es momento del descanso, como suele pasar a veces.
¡Libertad!
¿Y tú qué haces aquí sentada?
Sí, otra prueba de que estoy desquiciada, pero eso no es novedad xD.
lunes, 13 de julio de 2009
viernes, 3 de julio de 2009
Una carta más
Empecé a escribir estas palabras sin ser consciente siquiera de que escribía una carta. Luego me di cuenta y me invadió la nostalgia, porque la última vez que lo hice, las lágrimas no paraban de salir de mis ojos mientras en mi cabeza todo era enredos y confusión, que intenté cubrir al convencerme a mí misma de las cosas que en ese momento me parecieron mejor. Después de todo, siempre fuiste alguien importante para mí. Cuando sonreíste, sonreí contigo. Cuando sufriste, sufrí contigo. Me preocupé tanto por tí cuando te fuiste de un momento a otro, soltando unas escuetas palabras, que dolió. Luego, cuando explicaste tus motivos, me preocupé aún más, pero una vez me dijiste que te encontrabas mejor, intenté calmarme. El tiempo pasó y todo empezó a ser tan confuso, que la niebla llenó mi campo de visión y tomé el camino incorrecto. Incluso cuando me hiciste notar mi error, lo hiciste con ese cariño de antaño. Pero supimos que no sería como antes. A ti te llenaba el dolor y la decepción, a mí la culpabilidad y la pena. Muchas cosas ocurrieron después, hasta que finalmente comprendí que las cosas tenían que suceder de alguna manera, porque no existía modo de cambiar su curso, porque ya lo había decidido sin saberlo al cometer el error que nos había llevado a donde estábamos. Porque cambiar el futuro era posible, y yo ya lo había hecho de manera involuntaria. Me conformé con saber de ti cada vez que pudiera, diciéndome en silencio que sería mejor así, que lograrías estar bien, y así yo lo estaría. Otras personas quedaron afectadas en medio de lo que sucedió, y por eso también, me dije que debía aprender a mirar hacia adelante, porque era lo que tú harías. Y aquí estoy ahora, repitiendo las mismas palabras como si fuera una lección escolar, aprendiendo a estar cada vez mejor, y de vez en cuando, secretamente deseando que sepas algo de mí, como ahora. Desearía que supieras que esto es para tí, lo que no dudo que pasaría al instante en que leyeras estas palabras; sin embargo, otra parte de mí grita desesperada que eso sería sólo un camino de vuelta al dolor, y además, se encuentra aterrorizada ante la posibilidad de que interpretes mis palabras como algo negativo, o falso. Después de todo, la sensatez y el corazón no siempre van de la mano. Pero las decisiones tomadas a conciencia, deben mantenerse, no importa qué, porque tienen razones detrás. Aún así, sólo quisiera decir… todavía lo siento, y siempre lo haré.
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